Estilista de moda en Argentina.
02/01/2025 – Tiempo estimado de lectura: 6 min
Matilde me escuchó en las clases de hockey hablar sobre mi fiesta de 15. Ella era de esas personas que sí o sí tenían que meter bocado, aunque nadie le hubiera preguntado.
Empezó a relatar su fiesta repleta de lujos: que el hotel más caro de Buenos Aires, que los regalos de las marcas más importantes, que su vestido era importado y que sus zapatos eran de diseño exclusivo… era como si la plata pagara los costos, la felicidad.
A ella le gustaba parecer fabulosa, inalcanzable, irreal, perfecta, y que con la plata que tenía, podía encapricharse y comprar cualquier cosa que se le cruzara por la cabeza. No lo ocultaba, le gustaba que los demás lo supieran y la envidiaran. Era como una forma que tenía de ser vista.
Después de escucharla esa vez, me empecé a preguntar, ¿qué tan feliz era? ¿le servía ostentar? ¿pagaba con plata objetos como si fueran felicidad? ¿quizás quería que yo la envidiara por que no podía tener ni la mitad? ¿o no podía soportar que con mucho menos que tenía estaba mucho más contenta de lo que ella estaba? ¿cuál era su necesidad, su búsqueda? ¿quería competir conmigo a ver quién podía acceder a más cosas y ganar? ¿o sentía que había perdido la batalla de quién estaba más alegre con lo que tenía y esta era su forma de que yo lo viera?
A veces creemos que por consumir lujos, vivimos una vida que los incluye en el plano emocional. Es como si ese lujo externo que adquirimos, se nos metiera adentro y nos brindara esa felicidad o alegría que nos falta. Pero, si el lujo no está, ¿soportamos el verdadero agujero que hay detrás? ¿ese agujero como se rellena? ¿hay alguna forma de llenarlo si no es de esta forma?
No sé, no tengo idea. Pero sí puedo decir que no es necesario vestirse con la última moda, ni con las marcas más lujosas para construir una identidad propia. Es la identidad, y por ende, la construcción del estilo personal lo que hace que los demás te vean. Si los demás te ven, perdés esa necesidad de competir y de poner en evidencia todo lo que tenes para demostrar. El lujo solo es una herramienta silenciosa que te puede acompañar en esa búsqueda personal, pero es importante que no sea una pala para tapar lo que no hay.