
Desde el día que nos conocimos, siempre supe que yo le gustaba un montón. Él a mi, no.
Éramos vecinos del mismo edificio y siempre que me escuchaba pasar por el pasillo, abría la puerta para cruzarse conmigo. Al principio me molestaba un montón y me sentía incómoda con eso. Hasta que un día, después de tanta insistencia, logró llegar a mi corazón.
Me regalaba un montón de cosas: flores, perfumes, comida, días, horas, momentos. Pero después, elegía a otra. Se iba, no estaba. No le gustaba yo, le gustaba la idea de que estuviera detrás de él, de que había ganado la partida y por ende, a la mina que en un principio no le daba bola.
Un día llegó a buscarme y era tarde. Tenía unas zapatillas de “Adidas”. Me comentó que se había comprado dos pares de esa marca por un monto irrisorio, demasiado económico para que sea verdad. Bueno, que sean de verdad.
No eran originales, eran réplicas, y como él lo sabía, evitaba hablarme de ese tema. Eso lo dejaba en evidencia por quien era. No eran reales, eran truchas, como él se sentía. Nada alrededor de él era real, ni su sentir, ni la elección de ropa que hacía.
Después de esa noche me quedé pensando en muchas cosas… ¿Por qué no consumía cosas auténticas? ¿por qué no las podía adquirir? ¿era una cuestión monetaria o una cuestión de no sentirse a la altura? ¿quizás era más fácil ir por el camino de lo fake que por el camino de lo real? ¿soportaba la realidad? ¿o solo le gustaba jugar con la ilusión de lo que no era? ¿le era más cómodo mentir, y por ende, mentirse, que hacerse cargo de lo que le sucedía? ¿cuál era su angustia a la hora de elegir lo original, lo real? ¿vivir así era más económico emocionalmente que si invertía en lo que realmente deseaba? ¿cuál era el costo inaccesible que él sentía si invertía en algo real? ¿era importante para él invertir en un par de zapatillas que no fueran sustitutas? ¿quizás así podía adquirir más cantidad de pares que si se compraba unas originals y por ende, parecería que era más valioso por la cantidad? ¿le importaba la calidad de lo que decidía adquirir en su vida? ¿o era simplemente una elección de vida en la que yo no estaba dispuesta a apostar? ¿qué podía ofrecerme alguien que elegía lo irreal?
A veces pienso que me pregunto más que las respuestas a las que puedo llegar. También creo que no está ni bien ni mal consumir una copia, sino que existe la posibilidad de que no te haga sentir original. De que se te evidencie de alguna forma un sentir más profundo que con ese accionar tapás, donde la elección haga que el otro te vea de esa forma: como una zapatilla que parece ser pero no es en definitiva.